lunes, 19 de diciembre de 2011

LUZ Y OSCURIDAD NO TIENEN COMUNIÓN

"Y vio Dios que la luz era buena; y separo Dios la luz de las tinieblas". (Génesis 1:4)

La luz bien puede ser buena, pues emana de este mandato de bondad:"Sea la luz". Los que gozamos de esa luz deberíamos ser agradecidos, y ver más de Dios en la luz y por la luz. Salomón dice que la luz natural es agradable, pero la luz del Evangelio es infinitamente más agradable, por que nos revela cosas  eternas y ministra a nuestras naturalezas inmortales. Cuando el Espíritu Santo nos da luz espiritual y abre nuestros ojos para contemplar la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, vemos el pecado en sus colores reales y nos vemos a nosotros mismos en nuestra verdadera posición. Vemos al santísimo Dios como se revela a si mismo; vemos el plan de misericordia como El lo presenta y al mundo venidero como El lo describe. La luz espiritual tiene muchos colores y destellos prismáticos, pero ya sean conocimiento, gozo, santidad o vida eterna, todos son divinamente buenos. Si la luz recibida es tan buena, ¡qué seré la luz en esencia, cuán glorioso será el lugar donde El se revela a sí mismo! ¡Oh Señor, ya que la luz es tan buena danos más luz, más de ti mismo, que eres la verdadera luz! En cuanto algo bueno viene al mundo en seguida es necesaria una división. La luz y las tinieblas no tienen comunión. Dios las ha dividido; no las confundamos pues. Los hijos de luz no deben tener comunión con los hechos, las doctrinas y las falsedades de las tinieblas. Los hijos del día deben ser sobrios, honestos e intrépidos en la obra del Señor, dejando las obras de las tinieblas a aquellos que habitan por siempre en ellas. Nuestras iglesias deben, por disciplina, dividir la luz de las tinieblas y cada uno en particular, por su distinta separación con el mundo, debe hacer lo mismo. El juzgar, obrar, oír, enseñar, debemos discernir entre lo precioso y lo vil y mantener la gran distinción que Dios hizo el primer día de la creación del mundo.

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