jueves, 29 de diciembre de 2011

HAY QUE RESPONDER A LOS QUE NOS CONTRADICEN

"Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar." (Juan 5:13)

Cuando hay salud y felicidad los años nos parecen cortos, pero treinta y ocho años de enfermedad le habrán parecido eternos al pobre hombre de manera que, cuando Jesús lo sanó con una palabra, mientras yacía junto al estanque de Bethesda, sintió, con agrado, un gran cambio. 

Así también el pecador que ha estado por días, semanas, meses o años desesperadamente paralitico y suspira por salvación, es muy consciente del cambio, cuando Jesús pronuncia la palabra de poder, y le da, el creer, gozo y paz. El mal quitado es demasiado grande como para que no notemos el alivio; la vida que se nos imparte es demasiado importante como para que la poseamos sin sentirla, y el cambio operado es demasiado maravilloso como para que no lo advirtamos. Sin embargo, el pobre hombre no conocía al autor de su sanidad. No conocía el carácter sagrado de su persona, los oficios que desempeñaba o la misión que lo había traído a estar entre los hombres. Mucha ignorancia queda en los corazones que, no obstante, sienten el poder de su sangre. 

No debemos condenar a los hombres precipitadamente a los hombres por su falta de conocimiento, sino que donde podemos ver la fe que salva al alma, debemos creer que la salvación ha sido otorgada. El Espíritu Santo trae arrepentimiento a los hombres, antes de hacerlos teólogos; y el que cree lo que sabe, pronto conocerá mas claramente lo que cree. Aun así, la ignorancia es un mal, pues este pobre hombre fue muy molestado por los fariseos, y fue totalmente incapaz de discutir con ellos. Es bueno saber responder a los que contradicen, pero no podemos hacerlo sino conocemos claramente al Señor Jesús. Mas adelante vemos que la cura de su ignorancia llego después de la cura de su enfermedad, pues él fue visitado por Jesús en el templo. Y después de aquella manifestación, se le hallo testificando "que Jesús era el que lo había sanado".
 

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